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Tener en el jardín una alfombra verde de césped sano y uniforme no es difícil, pero requiere una serie de cuidados a lo largo del año para mantenerlo en un estado óptimo. Estas labores anuales son: siega, riegos, aireado, recebo, resiembra, escarificado, abonado y escardas, todas ellas operaciones clave para asegurar el éxito.
La Siega: El césped requiere numerosas siegas a lo largo del año. Los sucesivos cortes favorecen que las cespitosas se extiendan a lo ancho y cubran de manera más tupida el suelo. Las siegas también evitan que el césped se espigue y complete su ciclo vital marchitándose.
La frecuencia de siega depende de muchos factores: clima, orientación, suelo, especies plantadas, uso, frecuencia de riego, etcétera.
Respecto a la altura del corte, cada especie de césped requiere una determinada. Es aconsejable seguir las instrucciones del fabricante.
El Riego: Es otro de los factores decisivos para tener un césped de calidad, ya que la mayoría de las cespitosas son muy exigentes en agua. Sin embargo, un error muy frecuente es sobrerregar. El riego debe hacerse en función del tipo de hierba y, sobre todo, de la evaporación-transpiración. Su frecuencia también depende del clima, época del año y suelo.
El Aireado: Con el tiempo, el césped acaba compactándose, lo que impide a las raíces crecer en condiciones óptimas y recibir el agua que necesitan. Este problema se agrava cuando la tierra es arcillosa. La labor del aireado intenta compensar la compactación extrayendo pequeños terrones del suelo como si fuera un sacabocados.
El Recebado: Consiste en aplicar una pequeña capa de arena, mantillo o una mezcla de ambos sobre el césped. Esta labor está especialmente indicada tras el aireado, porque se rellenan los huecos con un nuevo sustrato más suelto que facilitará que las raíces se extiendan y la calidad del césped mejore.
El Escarificado: En muchos céspedes se suele acumular una capa de restos vegetales, musgo y tierra en la base de la hierba, que impermeabiliza el suelo y favorece la aparición de hongos y plagas. Para eliminar este colchón debes escarificar, es decir, arañar la superficie de la tierra. Puedes usar un rastrillo en superficies pequeñas, o una escarificadora en praderas más extensas. La frecuencia del escarificado dependerá del clima y la orientación del terreno. En zonas más sombrías y húmedas deberás hacerlo más a menudo, hasta una vez al año, pero en céspedes mejor situados no haría falta recurrir a esta labor en varios años.
La Resiembra: En ocasiones surgen calvas en el césped, donde deberás resembrar. Antes de hacerlo debes mejorar la zona donde se ha producido esa calva; para ello aplica mantillo y remueve el terreno ligeramente con una azadilla. Las mejores épocas son al inicio de la primavera o el otoño; evita las épocas de mucho calor o frío. Puedes aprovechar las labores de recebo para resembrar.
El Abonado: El mejor momento para abonar el césped es en primavera. En otoño y verano, para prepararlo para el estrés de temperatura (altas y bajas), es mejor utilizar un fertilizante potásico, y para la siembra, uno rico en fósforo. Lo más sencillo es recurrir a abonos específicos para césped, que suelen ser formulados sólidos de liberación lenta, es decir, que aportan los nutrientes necesarios a lo largo de varias semanas o meses.
La Escarda: En cualquier césped es normal que surjan malas hierbas que estropean su aspecto. Para prevenir su aparición siega la pradera con frecuencia y a la altura más baja que permitan las cespitosas plantadas y la época del año. Esto mantendrá a raya a muchas inquilinas no deseadas, aunque deberás combinarlo con escardas manuales —sobre todo si la parcela es pequeña y cuando las malas hierbas son gramíneas— o químicas, aplicando un herbicida para hoja ancha.